He aquí unos poemas de nuestro querido poeta olvesino Rosindo.
RUDESINDO PÉREZ. POETA DE OLVÉS
De lo que aconteció en una reunión merienda en la finca de Zaragocilla, con la rondalla de Olvés y los administradores de la finca.
Corría el año 1956, la rondalla fue invitada por el Sr. Manolo, hijo del Sr. Justo Olmeda, administrador, y entre plato y plato surgió este brindis de la imaginación de Rudesindo Pérez, sacristán del pueblo, ya fallecido y autor de numerosas coplillas y chascarrillos.
Entre los que acompañan dicha rondalla se encontraba entre otros Ricario Fuentes Colás y gracias a su buena memoria podemos conocer y disfrutar todos de dicho brindis. Dice así:
BRINDIS EN HONOR A LA AMISTAD Y AL VINO
Tal como lo prometimos
En aquella trasnochada
De la noche de San Blas
Hoy cumplimos la palabra
Es fuerza de voluntad
El hacer lo que se dijo
(Sobre todo para mí)
Pero Sr. Justo
Su hijo se merece estos honores;
Por eso con regocijo
Hemos venido a pasar
Este día en el cortijo
El venir aquí a la granja
Es un acontecimiento
Y puede que alguien se diga
Con ese mal pensamiento:
¡A llenar la panza van!
¡No tienen conocimiento!
Venimos a saludarles
Y gracias a Dios llegamos
A bebernos muy a gusto
Este vinito tan claro
Que nos brinda el Sr. Justo
Esto es bebida de Reyes
Y de famosos gentiles
Pero más veces lo beben
Los pastores y civiles
Quien de ti abusa
Se vuelve mono en primer lugar
Después furioso león
Y luego cerdo vulgar
El mono hace lo que ve
Al león todo le estorba
Y si es tocino
Durmiendo se pasa una buena trompa
Aquí no vengas con esas
Ni parecidas traiciones
Pues han puesto ahora en la granja
Una fábrica de… botones
Y ya llegamos al final
Vas a pasar un mal rato
Porque estás como el ratón
Frente a la boca del gato
¡¡ A BEBER ¡!
POESÍA DE RUDESINDO PÉREZ
INTRODUCCIÓN
Cuenta la historia de una partida de cartas. Jugaban a un juego tradicional “el juego de la Banca” también llamado “juego del Monte”. Es un juego de apuestas.
Se presentaban en el pueblo tres apostadores y preparaban la partida en alguna casa del pueblo, en este caso en casa del “Zapatero”.
No se sabe cómo, pero llegaron al pueblo, de noche, dos Guardias Civiles de aquella época para denunciar y poner en aprietos por aquel entonces este tranquilo pueblo.
El desenlace fue un susto enorme y una multa
Rudesindo Pérez cuenta esta historia en una Poesía que le pone por título:
FAENAS A “OJO” DEL FAMOSO CABO
UN “MORITO” UN “BESUGO”
Y LOS “GATOS”
En la capital de Olvés
Que es el pueblo de los gatos
El día tres de febrero
Ocurrió un curioso caso
Eran las fiestas del pueblo
Corrida había anunciada
Y por fin se celebró
¿Quién eran los espadas?
Un señor que era de Moros
Y un “besugo” de Almazán
Que querían hacer rica
A esta pobre vecindad
Esto fue de madrugada
En casa del zapatero
Notándose animación
Para ver a los toreros
Muchos hacía tres años
Que no salían de casa
Y aquella noche salieron
Para ver si algo “pescaban”
Como había “huesecillos”
A Benito le dio gusto
De arrimarse bien al toro
Y a poco muere del susto
Marchaba bien la corrida
Pero D. José muy fino
La quería suspender
Porque no le daban vino
Oscura estaba la noche
Por eso nadie pensaba
Que aquel toro mansurrón
Les daría la cornada
El Cabo, como es tan listo
Y tiene tan buen olfato
Aunque nadie dijo nada
Pronto se enteró del caso
Y a las doce de la noche
Hacia Olvés camina el Cabo
A retorcer a los “miaus”
Las dos orejas y el rabo
Cuando más silencio había
Se presenta el “caza-rata”
Con las pelotas más duras
Que las bolas de Morata
Como iba tan deprisa
Llegó casi sin aliento
Chocó con un tren correo
Y hubo un descarrilamiento
El choque fue regular
Y gracias a la farola
Si no, hace mil chichotas
Los vagones de la cola
Unos por las ventanillas
Por el balcón y la entrada
Al ver el estrapalucio
Tomaron la retirada
Mandaron brazos en alto
No hacía caso la gente
¡Quietos! ¡Que nadie se mueva!
Gritó el Cabo de repente
Todos quedan asustados
Pochos como la pared
Estos humildes vecinos
Del pueblo de Olvés
Quedó Francisco Muñoz
En un banquillo sentado
Con un cigarro en “los morros”
Y los dos brazos en alto
El señor Joaquín Millán
Se iba a echar por el balcón
Miró abajo, le dio miedo
Y en los hierros se quedó
Al último que se fue
El guardia que acompañaba
Con la culata del fusil
Le golpeó las espaldas
En medio de este silencio
Se oyó una detonación
¡Una gran ventosidad!
(El Cabo pidió perdón)
Les pregunta a los banqueros
De dónde son y quién eran
Y le contestan serenos
Al Cabo, que no escribiera
Ya se tranquiliza un poco
Y toma declaración
A los “payos” que quedaron
En el pequeño salón
Entonces se apaciguo
Y perdió fuerza la hoguera
Pero nadie se enteró
De lo que pasaba fuera
El “Zapatero” ignorante
Cayó al suelo desmayado
Cuando abajo le dijeron
Que allá arriba estaba el Cabo
Entonces, Prudencio sube
A la sala muy deprisa
Y en la cocina le daban
Los nervios a la Felisa
Le dicen al “Zapatero”
Tiene usted que estar aquí
Y contesta apabilado:
“Se pone malo Fermín”
Un sordo (no sé quien era)
También tomó retirada
Y con un palmo de lengua
Llegó a la puerta su casa
Un viejo de sesenta años
Por el balcón se tiró
Y al correr hacia su casa
Con “Santitos” tropezó
Siguió callado el camino
Y de miedo que llevaba
No se enredó a abrir la puerta
¡Porque la rompió a patadas!
Y después de pasar esto
Les dio a todos libertad
Iban con el culo prieto
¡Dios mío, que pasará!
Ya se marcharon los guardias
Y también los tres banqueros
Y parece que ha quedado
Muy tranquilo el “Zapatero”
Aquí termina la historia
De la mañana de San Blas
No pasó nada Señores
¡Podía haber sido más!
Ya llegó un vagón de yeso
Y contra sustos sin tientos
Para curar las heridas
De este descarrilamiento
Día nueve de febrero
Les levantaron la cura
Quedando todos más frescos
Que en enero una lechuga
Con más de dos mil pesetas
Que cuestan los ingredientes
A cincuenta por cabeza
De treinta supervivientes
Doscientas a los banqueros
Y cien para el empresario
Así ha sentenciado el Juez
La multa en Papel de Estado
Esto sirve de lección
Debe alegrarse la gente
Y darles la enhorabuena
A los guardias diligentes